Thursday, September 28, 2006

el fin de la política, sergio vallejos
















"no existe cosa más bonita
y más sana
que cada quien haga
su regalada gana"
anónimo mexicano


1. Introducción. Política y Economía en perspectiva


Desde el Siglo XVI, y con el surgimiento de la Edad Moderna, el mundo comienza un proceso creciente de desarrollo político y militar, que termina con el establecimiento del Estado Nación a escala mundial. Para 1914 literalmente, todos los territorios del planeta son parte del sistema mundial de naciones.

No quedaban ya poblaciones aisladas ni territorios sin colonizar

La evolución del mundo que colonizaron los primeros seres humanos que salieron de África hace apenas unos 50 mil años, al mundo fragmentado de la modernidad, es obra de un delicado proceso interactivo: el poder militar que defendía a los pueblos de posibles agresores externos, y abría mercados de bienes estratégicos hacia fuera, también estableció políticas de control hacia adentro.

En la medida que los estados vecinos se integraron y consolidaron, el entorno político se volvía más agresivo y era imprescindible desarrollarse y crecer también, a riesgo de terminar como una colonia sin derechos sobre la nueva metrópoli o en su defecto y con un poco de suerte, en una nación aislada y pobre.

La Gráfica 1 muestra una clara tendencia ascendente en el número de muertos en las guerras desde finales del Siglo XV, llegando a un punto máximo en la primera mitad del Siglo XX.


El mercantilismo económico que surge de las instituciones municipales de la Edad Media de escala municipal, tiene como objeto, imponer políticas económicas ahora a escala nacional.

La competencia por territorios y recursos se hizo más importante una vez que la productividad aumenta con la revolución industrial del S XIX. y el abasto de materias primas y en general del insumos no producidos por cada país, es una condición estratégica para garantizar el crecimiento económico que antes no existía y ahora además de posible era necesario.

Tanto el mercantilismo como su posterior evolución en imperialismo, tienen muy claro que en el contexto internacional es un juego ganar-perder.

No exageramos si decimos que la historia de la modernidad es la historia de la Guerra.


2. Las Guerra Mundiales y el inicio de la Globalización Económica

Nos es tampoco casual que este proceso haya generado dos guerras de escala verdaderamente mundial. Antes de la era moderna las guerras solo tenían repercusión regional. Ahora el mundo era una compleja red de intereses y pactos militares.

Sin desconocer la existencia de etapas de crecimiento en la migración y el comercio internacional en algunos lapsos cortos de la historia, las dos guerras mundiales revelan con contundencia que la primera globalización total es política.

¿Qué significado habrán tenido las guerras de exterminio imperialista, el Gulag soviético , el holocausto nazi, las bombas nucleares, 150 después de la promulgación de los Derechos del Hombre, para la tradición histórica marxista hegeliana por ejemplo, que suponía que la humanidad evolucionaba dialécticamente en forma siempre ascendente ?

Era muy claro que este proceso no podía continuar más, la humanidad había tocado fondo y el mundo empezó a cambiar.

Las dos grandes potencias ganadoras, Estados Unidos y la Unión Soviética, eran países muy grandes, con grandes recursos naturales, sin necesidad de posesiones coloniales por lo que no estaban demasiado interesadas en expandirse territorialmente a cualquier costo.
La Guerra Fría nos habla que más allá de la retórica, ninguna parte estaba interesada en un guerra “caliente” que podría ser la última.

En Occidente, y dado que Estados Unidos mantuvo papel defensivo casi en exclusiva, el poder militar disminuye en casi todos los países y las democracias florecen.

Esto significaba un mundo menos hostil y por primera vez desde la edad media el proceso, poder militar, nacional se empezó a desquebrajar.
Nunca antes desde el Siglo XVI habíamos tenido un periodo tan largo de paz entre potencias principales

Pero también nunca antes países derrotados contundentemente en una guerra, crecen a un ritmo superior que los vencedores. Japón y Alemania, se convierten en apenas 30 años en la segunda y tercera economías del mundo, ambas basadas en una potente industria exportadora, inversamente proporcional que su liderazgo político.


La Gráfica 2, muestra como a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial el comercio internacional crece a tasas altas y constantes en paralelo a la disminución de muerto en guerras de la Gráfica 1.
Contra cierta creencia generalizada, el comercio internacional no crece a mayores tasas en los años 80 y 90 cuando se acuña el término globalización. Quizá lo que sucedió es que en ese momento se identificó la fuerza y permanencia de este proceso

.




Aquellos países que de alguna manera se aferraron al antiguo modelo colonial, empezaron a perder poder económico relativo.
Casi todos los países de África y Asia se independizaron y comienzan a integrarse a la economía mundial., no sin antes pasar por un periodo conflictivo que podemos llamar de consolidación nacional.
Los procesos de apertura reciente de China y la India son ejemplos de ello.

La inesperada caída del bloque comunista y de la Unión Soviética en 1992 fue un hecho también novedoso; en realidad no hubo una victoria militar ni política de Estados Unidos. Simplemente la contraparte comunista se desplomó por sus propias contradicciones y no fue sojuzgada por el capitalismo como algunos afirman.

El hecho, es que este espectacular derrumbe, contribuyó a un ambiente de mayor cooperación internacional que detonó lo que se conoce como la revolución liberal de los 90.

Lentamente el espacio que empezó a perder el poder político lo va ganando el poder económico.


3. El teorema de imposibilidad de Arrow y Sen y el mercado

La Teoría de la Elección Social en voz de sus principales resultados nos dicen que los Marcos de Decisión Colectiva que la política supone, tienen problemas para convivir con sociedades cada vez más plurales y cada vez más democráticas.

El famoso “teorema de imposibilidad” de Arrow (1951), establece la exclusión entre racionalidad colectiva y democracia. Entre más coherencia exigimos a un sistema político, es menos probable que pueda ser democrático.

Mientras que en su famoso articulo “La imposibilidad de un liberal paretiano” Sen (1979) establece la imposibilidad de un sistema de elección colectiva para permitir incluso una sola decisión individual, cuando existen diferencias importantes en los valores individuales.

Para que florezcan los derechos individuales y la democracia, es necesario disminuir la cobertura de las decisiones colectivas, mejor conocidas como Política.



Pero así como la teoría de la Elección Social establece lo conflictivo de los Marcos de Decisión Colectiva, su enorme dificultad para establecer situaciones ganar-ganar y por ende equilibrios paretianos la Teoría del Equilibrio General, en su desarrollo final conocido como modelo Arrow-Debreu, nos dice los contrario para los Marcos de Decisión Individual.

El equilibrio simultáneo para todos los bienes es posible y este es paretiano.

La Gráfica 3 muestra que paralelo al desarrollo del comercio internacional los sistemas democráticos se generalizan después de los años 40 del Siglo XX

Hayek, decía que la única forma posible para que una democracia sea exitosa es que no se intrometa demasiado en las decisiones de la gente.
Los totalitarismos colectivos fueron diseñados para la guerra hacia el exterior y para la homogeneidad hacia el interior.
El sistema de mercado complejo y diverso de la actualidad, no se puede desarrollar en estos sistemas. Solo florece dentro de los Marcos de Decisión Individual, que la democracia protege y permite.

No es casual que sea justamente después de la segunda guerra mundial, en los años sesenta del Siglo XX cuando surge la gran revolución cultural; las mujeres adquieren el derecho al voto, los derechos civiles, la libertad sexual etc. se generalizan. Las decisiones importantes para la vida de las personas se toman cada vez más en a escala personal y dependen menos del aparato político militar.

Se consolida un proceso en el que los ciudadanos de casi todos los países democráticos desconfían de sus gobernantes, la militancia en partidos políticos y sindicatos se desploman y la participación en organizaciones lúdicas de participación voluntaria se dispara.


4. México: del nacionalismo a la apertura

España es la nación que inaugura en el Siglo XVI, la etapa del colonialismo moderno.
La Nueva España es su colonia más importante y desde entonces nuestra historia está conectada al sistema mundial de naciones irremediablemente.

Con la llegada de la independencia, México padece una difícil situación de debilidad en un mundo crecientemente hostil. Pero con la llegada de la doctrina Monroe, y la impresionante expansión económica de Estados Unidos, todo el continente americano queda de alguna manera vacunado contra el imperialismo europeo y se logra cierta independencia de los acontecimientos mundiales.

A partir de los años 20 del siglo pasado, el sistema político postrevolucionario se consolida logrando una estabilidad y permanencia casi única en el mundo. La ideología revolucionaria fue flexible e imprecisa, sustentada en el nacionalismo como en la mayor parte de los países de la época, con la diferencia que México no tenía enemigos externos creíbles, capaces de generar una carrera militarista.

Incluso en la peor etapa del imperialismo, Lázaro Cárdenas logra nacionalizar el petróleo sin mayores contratiempos con Estados Unidos o la Gran Bretaña.

Esta relativa estabilidad permitió aprovechar la segunda Guerra Mundial como ocasión para iniciar la industrialización del país dentro del llamado sistema de Sustitución de Importaciones.
Tenemos progreso y paz, hasta que este modelo hace crisis durante los años setenta y ochenta del siglo pasado, justo cuando el poder político llega a su máxima expansión.

En 1976, el PRI gana la presidencia con el 100% de los votos válidos. El punto de inflexión en consonancia con varios países en vías de desarrollo seguramente comienza hasta esos años.

La Tabla 1 muestra como es en los años ochenta cuando comienza la apertura comercial de México que se dispara a partir de 1994.


Paralelamente a este crecimiento, y no menos importante que el anterior, se registra una profunda transformación del sistema político mexicano.

La oposición empieza a lograr más espacios hasta logar la mayoría en la cámara de diputados y la presidencia de la república en 1997 y 2000 respectivamente.

El poder judicial comienza a independizarse del poder político. Se generalizan los organismos públicos independientes con innegable éxito y prestigio, como el IFE, el Banco de México o la CNDH.

En los años setenta por ejemplo fueron comunes frases como “ahora la economía se maneja desde Los Pinos” dicha por Luis Echeverría o “defenderé el peso como un perro” por López Portillo. Mostraban como la economía estaba supeditada a la política.

Tuvimos crisis cambiarias graves en 1976, 1982 y 1994. No deja de ser significativo que en México la llegada de la democracia significó la liberalización del tipo de cambio y la independencia del Banco de México. El poder político pierde atributos y sale de la macro economía Ahora el tipo de cambio lo fija el mercado y la emisión monetaria es neutra.

Huelga decir que con ello desaparecieron las crisis macroeconómicas, principal causa de pobreza e inequidad en años recientes. Nunca antes las tasas de interés, tipo de cambio, inflación habían estado tan estables, la deuda externa tan manejable, no obstante el tamaño y grado de complejidad de la economía mexicana actual.

El gobierno de Vicente Fox, más bien fue criticado, y no sin razón, por evadir responsabilidades que antes el presidente de la República asumía si problema. El “ y yo porqué”, muestra limitaciones y carencias pero no intromisión.

Ahora a economía marca el paso a la política


Conclusión. La economía, de la sociología a la sicología

Las tres cuartas partes de las necesidades que existen en el mundo son románticas, basadas en visiones, idealismos, esperanzas y afectos; y regular el bolsillo es esencialmente regular la imaginación y el corazón. En consecuencia, la correcta discusión de la naturaleza de los precios es un problema sumamente metafísico y psíquico. (John Ruskin, Unto This Last)


La globalización económica es un proceso más profundo de lo que muchas veces se cree. Surge de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial ha envuelto a México desde un inicio y no es probable que cambie.

No es un fenómeno político. Ningún gobierno ni poder militar la impone. Más bien surge del resquebrajamiento del poder político del estado. Explica la relación entre disminución del poder militar, aumenta de la democracia y el comercio internacional

Su enorme fuerza radica en la voluntad individual de miles de millones de personas que interactúan entre sí todos los días con el único ánimo de lograr satisfacción subjetiva, y ser felices.
Por primera vez desde el inicio de la modernidad, los acontecimientos importantes se escriben a escala individual. Ya no son las grandes gestas y batallas que llenaron de monumentos las ciudades las que importan

Las contradicciones ideológicas son comunes, en una ambiente general marcado por políticas públicas pragmáticas.

Hay gente que dice que todos los partidos gobernantes son de centro.
En realidad es sólo una forma de llamarle a la no ideología que ha impregnado a casi todos los gobiernos a incluso de países no democráticos como China, que se han enfocado más en atender problemas concretos de la gente y menos en lograr posturas retóricas que buscan arengar a la masas hacia paraísos utópicos inexistentes como en el pasado.

Aunque hay teorías sólidas que la estudian, la globalización, al no ser un fenómeno colectivo no las requiere. Funciona mejor en contextos de cambio y subjetividad.

Pero quizá más representativo de este Nuevo Orden en gestación, que el aumento vertiginoso del comercio internacional, son por ejemplo, las reformas legales recientes en México, como la posibilidad de las sociedades de convivencia para parejas homosexuales, la despenalización del aborto y de ciertas formas de eutanasia en el D.F.

Son todas ellas manifestaciones de lo poco tolerantes que nos hemos vuelto para aceptar que el otro intervenga en decisiones que deben tomarse en la intimidad.















Referencias


Arrow Keneth.J. 1951, Social Choice and individual values Nueva York

Becker Gary ,1991, Habits, Adictions, and Traditions, KIKLOS, vol.45

Development Centre Studies, OECD, 2006,The World Economy,Vol A Millennial Perspective, Vol II Historical Statistics

Fukuyama, Francis, 1992, El Fin de la Historia y el último Hombre, Anagrama

OMC, 2003, Evolución de Comercio Mundial, internet

Sen Amartya K. -1970, Elección Colectiva y Bienestar Social, Alianza Editorial, Madrid
- 1970*, La imposibilidad de un liberal paretiano, Journal of Political Economy 78, 152-157, en Hann y Hollis (1979)

Freud, un padre transformado



150 Años del creador del psicoanálisis. Con los cambios sociales han surgido nuevas formas de subjetividad y nuevos sufrimientos, por lo que el psicoanálisis se ha adaptado a las necesidades del hombre contemporáneo

Néstor Braunstein


Ciento cincuenta años han pasado desde el nacimiento de Sigmund Freud y poco más de 100 años del nacimiento del psicoanálisis que él fundó al descubrir algo que, a falta de mejor nombre, llamó el inconsciente. El inconsciente, o lo inconsciente, si se prefiere, es un nuevo objeto de estudio, no conocido y no pensado por los investigadores anteriores a Freud.Invito a reflexionar sobre el objeto de cualquier ciencia, natural o social, tal como era hace 100 años. ¿Podemos decir que ese objeto no ha variado y ha sido inmune a los avances que cada una de esas ciencias, por su progreso mismo, ha producido en él? Debemos coincidir en que ninguna ciencia encuentra y refleja su objeto de estudio, sino que cada una lo produce y hace aparecer nuevos fenómenos que no hubieran tenido lugar sin la actividad creadora de los científicos. Los físicos, los biólogos, los economistas, producen los objetos que estudian y por eso sus actividades son cada vez más complejas, más especializadas. ¿Por qué sucedería de otro modo con el psicoanálisis, ciencia de la subjetividad?Si, en tanto que objeto de conocimiento, el átomo de hace 100 años no es el mismo que el átomo de hoy, si el átomo es histórico y relativo al saber que se tiene de él, ¿cómo no sería histórico el sujeto que vive y muere en un mundo que se transforma vertiginosamente?El sujeto en el que Freud descubre el inconsciente, en el tránsito del siglo 19 al 20, no es el mismo en el que trabajamos los exploradores de ese inconsciente en la actualidad.El sujeto de Freud era el heredero, ya rezagado en su tiempo, de un modo de vida y de producción que estaba centrado en la figura del padre y de las vicisitudes de esa figura: el rey, el Estado, Dios, el pater familias, el Pontífice, el partido.Tal organización de la vida individual y colectiva estaba homogeneizada por un discurso autoritario que llamamos, con Lacan, discurso del amo. Hablamos del año 1900 y sus alrededores.El modelo paternalista entra en crisis por múltiples factores, incluyendo, entre muchos otros, la ideología libertaria inherente a la teoría y a la práctica del psicoanálisis. No hay que decir al sujeto cómo ser sino que hay que dejarlo ser. En los tiempos en que Freud está ya muerto pero su incidencia en la historia del mundo occidental y en el campo del saber humano es más influyente, en los años en que comienza la enseñanza de Lacan, el discurso dominante no es ya el del amo paternalista sino el de la libre empresa que es regulada por el Estado, un Estado que se hace presente en todos los órdenes de la vida individual; el Estado burocrático que incita a la competencia a la vez que le pone reglas. Nuevamente, con Lacan, reconocemos este nuevo discurso como discurso del capitalista. Hablamos del año 1950 y sus alrededores.Las sociedades industriales, como consecuencia del empuje de la producción capitalista, se tecnifican con un velocidad creciente y nada queda en su lugar. Los modos de producción y de consumo, las innovaciones tecnológicas, la anulación del tiempo y el espacio por las comunicaciones que circulan a la velocidad de la luz, la imposición de modos de vida y de modas universales, la globalización, el desarraigo de las poblaciones, la vigilancia y el control de los sujetos al mismo tiempo que la promoción de estilos de vida en los que aparentemente todo está permitido, lleva a la creación de nuevas formas de subjetividad en donde la libertad deja de estar regulada por el Estado y, al contrario, es la empresa la que gobierna al Estado en función de sus intereses corporativos. Es el pasaje del liberalismo proclamado por el discurso del capitalista al neoliberalismo que instaura una nueva modalidad discursiva: el discurso de los mercados. Me refiero al año 2000 y sus alrededores.Mi tesis: el discurso dominante se manifiesta en formas diferentes del sufrimiento subjetivo. En los tiempos del discurso del amo, tiempos de Freud, la "patología" dominante era la psiconeurosis. Histerias, obsesiones y fobias, eran frutos de la organización patriarcal de la familia y de la sociedad. El sufrimiento era un vano grito de protesta contra una cultura que reprimía la satisfacción de las pulsiones, particularmente las sexuales. En 1900 y alrededores.En los tiempos del discurso del capitalista, tiempos de Lacan, el sujeto se organiza alrededor de las consignas de un "yo fuerte" que debe agenciarse los medios de satisfacción y robustecerse por medio del desarrollo físico, de la carrera profesional, del culto de la propia imagen, de la competencia contra otros "yoes", en un mundo regido por el narcisismo en el cual cada uno es el empresario de su propia vida. La "patología" más frecuente es, justamente, la de las estructuras narcisísticas que fracasan en cumplir con sus propias exigencias y están sometidas a frecuentes depresiones. En 1950 y alrededores.Con el discurso de los mercados, el individuo, obediente al amo en el principio, autorregulado después en tiempos del individualismo, es ahora un sujeto dejado a su suerte, un sujeto al que no se le habla para decirle qué se espera de él o cuáles son las normas a las que se tendrá que atener. Un sujeto, por otra parte, que puede decir y hacer lo que quiera en la medida en que su vida transcurre sin que a nadie le importe lo que con él sucede siempre y cuando obedezca a las consignas constantemente renovadas de consumir y botar como desperdicios a esos productos de la industria que son ya obsoletos en el momento en que se les compra.La "patología" más difundida es la de una imprecisión de los límites en todos los terrenos: lo permitido y lo prohibido, lo masculino y lo femenino, etcétera. El discurso psiquiátrico habla en tales casos de "borderlines", casos limítrofes. Los síntomas son los trastornos en la alimentación, el uso de sustancias tóxicas, las adicciones a mecanismos electrónicos de juego, al sexo virtual, a la televisión compulsiva, al trabajo incluso. El sujeto enmudece y se ensordece en medio de los reclamos publicitarios propios de la cultura de las encuestas de opinión en las que todo se cuenta sin que nadie cuente.Estos tres discursos dominantes, correspondientes a tres épocas distintas, no se excluyen recíprocamente. Los dos discursos más antiguos sobreviven en medio de sociedades donde cada vez es más "normal" la obediencia a las consignas impersonales de las computadoras y de las bolsas de valores. Pero el discurso del amo y el discurso del capitalista no han desaparecido y no sólo sobreviven sino que también tienen futuro. El mundo contemporáneo se caracteriza por la competencia entre esas tres modalidades discursivas.Pareciera que en esta elaboración nos hemos olvidado de Freud y del psicoanálisis que estuvieron en el punto de partida. No es así. Siendo el psicoanálisis la ciencia del sujeto -¿qué otra cosa podría ser puesto que no es la ciencia del cerebro ni la de los procesos cognitivos?- no puede existir sino adecuándose a la palabra de cada uno que llega con el psicoanalista a demandar alivio para su propia manera de sufrir y de reaccionar al malestar en la cultura. En nuestros tiempos, como en los de Freud, no hay otra posibilidad que la de abrir los cauces de la palabra y de la escucha en un mundo que, al mismo tiempo, produce al sujeto sufriente y se olvida de él.Néstor Braunstein, psicoanalista y ensayista Corrientes psicoanalíticas Existen en México psicólogos de diversas corrientes.· Ortodoxos: Son los que se apegan a las teorías de Sigmund Freud, médico y neurólogo austriaco, fundador del psicoanálisis.· Lacanianos: Basados en las ideas de Jacques Lacan, quien buscó reorientar el psicoanálisis hacia la obra original de Freud, de cuyo sentido consideraba que el psicoanálisis institucionalizado se había distanciado. Para ello, Lacan reinterpretó y amplió la teoría psicoanalítica desde un enfoque estructuralista.· Jungianos: Seguidores de Carl Gustav Jung, uno de los primeros alumnos de Freud y que creó un movimiento que designó él mismo como psicología analítica.· Kleinianos: Es conocida como "escuela inglesa", que se basa en las enseñanzas de Melanie Klein, provenientes básicamente de sus observaciones del psicoanálisis infantil.· Frommianos: Un grupo de psicoterapeutas alrededor de Erich Fromm, quien estableció su residencia en México para dirigir la escuela de enfoque culturalista. Centro de Información de REFORMA / Recopilación

Corrido mexicano, Mario Vargas LLosa



EL PAÍS - Opinión - 24-09-2006

De buena se libró México cuando su electorado, en un rapto de lucidez, prefirió, aunque por un número relativamente pequeño de votos, a Felipe Calderón Hinojosa, a su adversario, Andrés Manuel López Obrador, como futuro presidente. A juzgar por lo que ha sido la conducta de este último desde que perdió las elecciones -un verdadero corrido melodramático y payaso, indigno de un país de la importancia política, cultural e histórica de México en el contexto latinoamericano-, hubiera sido arriesgadísimo confiar el poder a quien puso de manifiesto en todas estas semanas tan poco respeto por la voluntad popular y ha estado dispuesto a socavar, mediante asonadas callejeras, esas instituciones democráticas que su país comienza a edificar, por las que ha proclamado su desprecio.
Lastimoso espectáculo del peor tercermundismo -el caudillo tonitronante y mesiánico, las barricadas, los garrotes, la demagogia, el populismo desenfrenado y la amenaza de la fuerza para convertir revolucionariamente una derrota electoral en una victoria- que, por suerte, parece haber desencantado a muchos votantes del ex alcalde de México, pues encuestas recientes indican que si las elecciones se celebraran ahora, López Obrador no las perdería por medio punto, sino por ocho o diez. Lo que significa que, después de todo, la pantomima callejera montada por éste para protestar contra un supuesto fraude electoral ha tenido al menos la virtud de abrir los ojos de muchos mexicanos sobre las consecuencias funestas que hubiera podido tener para México entregar la jefatura del Estado a un líder tan inconsistente e irresponsable.
He leído todo lo que he podido sobre las elecciones mexicanas y estoy seguro de que el gigantesco fraude electoral para robarle la victoria que alega López Obrador no tiene fundamento. Tanto los observadores internacionales como los periodistas extranjeros que presenciaron las elecciones, y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TRIFE), una institución que hasta ahora había merecido la credibilidad y el respeto de una inmensa mayoría de mexicanos y que ha desempeñado un papel tan importante en el proceso democratizador de México, han descartado de manera categórica que los comicios fueran fraudulentos. Es sin duda cierto que hubo errores, fallos técnicos, sin duda intentos fallidos o logrados de alterar los resultados en determinados centros de votación, algo que es irremediable en un país que sólo ha comenzado a perfeccionar y modernizar sus instituciones democráticas, pero todos los testimonios concurren en señalar que estas deficiencias o tentativas de fraude fueron localizadas e incapaces de distorsionar el resultado final. El candidato derrotado no ha podido fundamentar de una manera plausible sus acusaciones y a estas alturas resulta más que evidente que sus protestas expresaban más la ira y la frustración que la convicción de haber sido víctima de un fraude apoyada en pruebas razonables.
¿Qué va a pasar ahora? ¿Perseverará López Obrador en su empeño de desconocer el resultado electoral, y tras proclamarse presidente electo, designará un gobierno paralelo como ha prometido? Como cuenta todavía con un apoyo popular bastante grande, puede hacerlo y crear de este modo una situación de crisis institucional y agitación social y política crónica que, aunque no consiga derribar al gobierno legítimo, sí puede impedirle funcionar con la mínima eficacia indispensable, es decir, puede sembrar el caos, con las catastróficas consecuencias económicas y sociales que cabe imaginar.
Si así lo hace, el candidato de los pobres y de los marginados contribuirá más que nadie a ahondar la pobreza y la marginación en que está sumida una buena parte de la sociedad mexicana y a frenar, acaso a hacer añicos, un proceso de democratización que México ha venido experimentando luego de setenta años de padecer la dictadura del PRI, desde que el presidente Ernesto Zedillo empezó a desmontar la maquinaria de control autoritario que permitió al llamado Partido Revolucionario Institucional instalar la más larga y astuta dictadura que haya conocido la historia moderna.
Esta democratización es sin duda imperfecta e insuficiente todavía, y tal vez se puede criticar a su primer beneficiario, el actual presidente Vicente Fox, el no haberla acelerado y profundizado todo lo que se esperaba de él, pero es una realidad que sólo un fanático podría negar. México disfruta ahora de una libertad de expresión y una diversificación política que jamás conoció en la era del PRI y en la actualidad, a diferencia del pasado, los resultados de las elecciones no se conocen de antemano, porque éstas han dejado de ser esos grotescos espectáculos en los que el candidato oficial hacía unas intensas campañas luchando contra fantasmas. México ha comenzado a tener instituciones, por fin.
Contrariamente a lo que López Obrador parece creer, las instituciones no son un estorbo para combatir eficazmente contra la pobreza y las injusticias sociales. Por el contrario, sólo ellas pueden crear el marco adecuado para que ese combate sea eficaz y los esfuerzos del Estado y de los particulares no se diluyan y desintegren y, en vez de crear empleo, riqueza y mejorar los niveles de vida de los pobres, sean aprovechados por las camarillas de privilegiados, derrochados por la ineptitud burocrática, o, peor todavía, ayuden a proliferar la corrupción, un cáncer que ha golpeado a México acaso más que a ningún otro país latinoamericano y precisamente porque la "dictadura perfecta" del PRI hizo tabla rasade las instituciones, poniéndolas a su exclusivo servicio.
Es verdad, sin duda, que el problema número uno de México es la enorme pobreza que padecen tantos millones de mexicanos. Se puede decir exactamente lo mismo del Perú, de Bolivia, de América Latina en general y de todo el tercer mundo. Ahora bien, machacar en esa verdad de Pero Grullo no resuelve el problema en absoluto. Se trata de un problema que sí tiene solución, y prueba de ello es que muchos países, regiones enteras del planeta, que eran pobres o muy pobres hace treinta o cuarenta años, han dejado de serlo, y son hoy día prósperas, y a veces muy prósperas. La receta no tiene nada de mágica y se puede formular de manera muy simple: democracia y mercado. España era pobre y es hoy rica, como Irlanda, o, para poner un caso mucho más dramático, Estonia, que, cuando era una colonia de la Unión Soviética, era paupérrima y es, ahora, no sólo una sociedad libre y abierta, sino el país cuya economía crece más rápido que ninguna otra en el mundo. En América Latina, ahí está el caso de Chile, que, desde que cayó la dictadura de Pinochet y se restableció la democracia y se adoptó aquella fórmula, por un consenso nacional muy parecido al que ha gestado la modernización de España, se ha convertido en el país del continente que de manera más sostenida y comprensiva va dejando atrás el subdesarrollo. Y el caso de El Salvador, que en la última década, gracias a sus reformas liberales, ha reducido la pobreza a un tercio de la población.
Hay muchos otros casos que podrían citarse, pero los mencionados bastan para mostrar que las instituciones democráticas son el requisito primero e indispensable para que un país encuentre la estabilidad y la seguridad jurídica que atraen la tecnología, las inversiones y las empresas indispensables para su desarrollo. Pero, para ello tiene que abrirse al mundo, aceptar que la empresa privada es el principal motor de la creación de la riqueza y que el Estado debe actuar con la energía y la lucidez necesarias para garantizar el funcionamiento del mercado, es decir, la vigencia de las leyes, ya que el mercado sólo es competitivo y eficiente cuando se regula gracias a una legalidad justa, neutral y equitativa. Cuando todo ello ocurre un país quema etapas, recupera el tiempo perdido y la pobreza y la marginación comienzan a encogerse y a desaparecer, muy de prisa.
¿Encontrará México ese dinamismo y buena orientación con Felipe Calderón en la presidencia? Hay que desear que así sea, no sólo por México, sino por la reverberación que ello tendría sobre un continente que, una vez más en su historia, oscila en estos momentos entre dos modelos radicalmente enfrentados: el de Chile, que es también el de Colombia, Perú, Brasil, Uruguay y casi toda América Central, y el de Cuba, Venezuela y Bolivia, al que, según todos los indicios, hubiera arrastrado a México López Obrador. Este último modelo, el de la revolución y el populismo, el de la demagogia y el autoritarismo, tiene una robusta tradición en nuestros países y lo han puesto en práctica, a veces con una retórica de derecha y a veces de izquierda, incontables gobiernos. A él se debe que América Latina sea el continente que siempre se queda atrás, el que pierde las oportunidades, el que se empobrece en tanto que otros mejoran. En su campaña electoral, Calderón ha propuesto una política moderna, realista, de clara orientación liberal y de impulso a la democratización, con un énfasis en la lucha contra la pobreza como objetivo primordial. Pero, por desgracia, para que estas buenas intenciones se traduzcan en una política efectiva, le es imprescindible alcanzar unos ciertos consensos nacionales con la oposición, sobre algunos temas primordiales, como la política económica y la acción social, de modo que el Parlamento no frustre, como ha ocurrido en muchas ocasiones con el gobierno de Fox, las iniciativas del Ejecutivo.
¿Entrará en razón finalmente López Obrador y pondrá fin a su insensata política de rechazo de la legalidad y de amenazas subversivas que difícilmente lo llevarán al poder pero pueden paralizar la acción gubernativa y sumir a México en una verdadera behetría? Esperemos que así sea y que el ex alcalde asuma el importante papel que los electores le han impuesto: liderar una oposición que, desde el Parlamento y todas las instancias públicas, no desde las barricadas, ejerza una vigilancia crítica sobre el poder, denunciando sus errores, apoyando sus aciertos, y presentando en todo momento alternativas convincentes a las políticas que considera equivocadas.
El corrido es una linda música, para cantarla, oírla y bailarla; la política debe ser algo más serio.
© Mario Vargas Llosa, 2006. © Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Diario EL PAÍS, SL, 2006.

Tuesday, September 26, 2006

La responsable moral de la transición



Roger Bartra,
La izquierda mexicana es, en cierto modo, la gran responsable moral de la transición democrática. Paradójicamente, en el año 2000, cuando cristaliza la democracia, la izquierda pierde el paso, queda relativamente marginada y no digiere el triunfo de la derecha en las elecciones presidenciales. Desde 1968, la izquierda había impulsado el lentísimo crecimiento de una cultura democrática; 20 años después encabezó la lucha democrática, y aunque el fraude impidió su triunfo, las elecciones de 1988 iniciaron el tramo final de la transición democrática. Durante los siguientes 12 años la izquierda se mantuvo como el principal motor de la instauración de procesos electorales confiables y vigilados por instancias autónomas. Sin embargo, nuevas fuerzas de derecha moderna, encabezadas por Vicente Fox, lograron ganar las elecciones presidenciales del año 2000. El PRD vivió en forma dramática su fracaso y reaccionó como si injustamente le hubiesen arrebatado, mediante artificios publicitarios, el poder que merecía haber ganado.
Creo que una parte de la izquierda organizada, principalmente en el PRD, no comprendió lo que había sucedido en el 2000. Ese año se inició la época democrática que la misma izquierda había impulsado. Pero su cúpula política, al perder las elecciones, tuvo una actitud ambigua hacia el sistema democrático naciente y perdió la oportunidad -que por breves instantes se vislumbró- de apoyar la formación del primer gobierno alternativo. Por supuesto, parte de la responsabilidad de haber impedido la formación de un gobierno alternativo de amplio espectro fue de los sectores más atrasados de la derecha en el PAN, que prefirieron apostar a una eventual alianza con el derrocado PRI. Esta alianza nunca se materializó, y por ello el gobierno de Fox no logró que el poder legislativo aprobase las reformas que había propuesto.
Esta desgraciada situación impulsó la desconfianza de la izquierda ante los mecanismos de la democracia representativa. Resucitaron las actitudes de la vieja izquierda que desprecian la formalidad electoral y democrática y exaltan los contenidos de la “auténtica” alternativa que todavía no llega. En suma, una gran parte de la izquierda sigue en espera de los cambios que traerá la “verdadera” democracia. Estos impulsos atrasados de la izquierda han contribuido a la confusión entre bienestar socioeconómico y democracia. Es obvio que los mejores y más refinados mecanismos de representación no solucionan los problemas sociales y económicos: no han sido diseñados para ello. Sin embargo, al confundir el sistema democrático con las propuestas políticas referidas al desarrollo y al bienestar, una gran parte de la población, que no ve que lleguen beneficios sociales y económicos, ha perdido confianza en la democracia.
Uno de los retos más difíciles a los que se enfrenta la transición democrática consiste en que, una vez instaurada la estructura institucional y legal que regula las formas no autoritarias de representación política, es necesaria la consolidación de una cultura que legitime la nueva condición. Esto no ocurre ni fácil ni rápidamente. La precariedad de una cultura democrática provoca grandes dificultades, como se ha podido comprobar recientemente en Argentina, Bolivia, Ecuador, Perú y Venezuela. Los dirigentes políticos y la intelectualidad tienen una gran responsabilidad en la decantación de una cultura democrática y en la formación de lo que Habermas ha llamado “patriotismo constitucional”: el orgullo no nacionalista de haber logrado superar al autoritarismo y la dictadura gracias a una cultura basada en el respeto a la legalidad.
Desgraciadamente, una parte importante de la izquierda ha dado un giro conservador y le presenta la espalda a la nueva condición democrática. Los ejes de este giro pueden ser ubicados con precisión: las fuerzas políticas impulsadas por el EZLN y las que encabeza López Obrador han auspiciado una reacción contra la cristalización de la democracia. En lugar de fomentar la expansión de una nueva cultura democrática, estas fuerzas han contribuido -cada una a su manera- a la expansión de las viejas expresiones dogmáticas, nacionalistas, populistas, paternalistas y autoritarias que se identifican con el extinto bloque socialista y con la larga dictadura del PRI.
De manera similar a lo que ocurrió en Argentina con la cultura peronista, en México el rancio nacionalismo revolucionario priista ha contaminado a amplios sectores de la clase política. Una de sus manifestaciones más importantes se puede observar en las dificultades que la izquierda conservadora tiene para aceptar la democracia y la legalidad. Viejos hábitos “revolucionarios” que desprecian el sistema electoral y la legalidad democrática han vuelto a surgir. Estas expresiones de la vieja cultura priista fueron evidentes durante el tragicómico espectáculo de la corrupción que rodeó a López Obrador durante su gestión como jefe del gobierno del Distrito Federal y la descomunal insensatez del intento de desaforarlo.
Para mostrar hasta qué punto una parte de la izquierda se enreda ante la democracia y la legalidad, quiero comentar un hecho revelador y alarmante: el 21 de febrero de 2005 varias decenas de prestigiados intelectuales, considerados de izquierda, publicaron una declaración que rechazaba el desafuero de López Obrador, haciendo dos afirmaciones muy significativas. La primera fue su percepción de que en los “últimos años” se ha hecho una aplicación selectiva y arbitraria de los criterios de legalidad o ilegalidad para aplicarlos según la conveniencia. Yo me pregunto: ¿durante la dictadura del PRI se habría acudido menos a la manipulación de la legalidad? El segundo desliz fue la falsa aseveración de que en México la institución electoral “es el único camino admisible para cambiar autoridades”. Esto demuestra un desconocimiento de la legalidad constitucional (título cuarto) que admite otras formas de cambio y destitución de servidores públicos.
Estos deslices son reveladores de una actitud extendida en la izquierda que cree que aún no llega la “verdadera” democracia, que la legalidad es ahora más manipulada que antes del 2000, que estas manipulaciones tienen como objetivo frenar la “auténtica” transición democrática, que estamos viviendo un retroceso, que el primer gobierno elegido democráticamente no es legítimo y que es necesario bloquear las reformas que propone.
Una izquierda sensata, precisamente porque es la principal responsable moral de la transición, debe defender las nuevas condiciones a pesar de que el gobierno triunfador de las primeras elecciones claramente democráticas sea de derecha. Tengo la esperanza de que la izquierda acabará siendo sensible a las exigencias democráticas de la sociedad y logrará rectificar. n