Leo Zuckermann , Qué barato es hablar
Una vez más lo repito: a los políticos hay que juzgarlos por lo que hacen y no por lo que dicen. Una cosa son los discursos y otra muy diferente son las acciones. Hablar es barato, sobre todo cuando se apuesta a la desmemoria de la población. Ahí está, por ejemplo, el discurso de Beatriz Paredes en el seminario número quinientos mil sobre la reforma política en México.
La presidenta nacional del PRI dijo “que su partido no permitirá la aprobación de las candidaturas independientes, por considerar que detrás de ellas existen intereses de los poderes fácticos y los grupos de ultraderecha”. Sentenció: “Por eso el debate sobre las candidaturas independientes se tiene que dar no desde el ideal democrático de una sociedad civil ampliamente participativa y con alta densidad ciudadana, sino desde el hecho inusitado del hiperactivismo de los grupos de ultraderecha que quizá crean que la confusión que impera en algunos temas los llevará a tomar el poder político. Desde el PRI les decimos: No pasarán”.
¿De qué está hablando Paredes? ¿Cuáles son los grupos de ultraderecha hiperactivos? ¿Dónde están? ¿Qué pretenden? Mientras la priista no provea más información, su discurso queda en el típico susto retórico: cuidado que ahí viene el coco.
Llama la atención que la presidenta del PRI hable con tanta preocupación de los poderes fácticos cuando es su partido el que agrupa y protege a muchos de ellos. Agrupaciones campesinas que reciben subsidios multimillonarios del Estado. Sindicatos, como el petrolero, que se oponen a cualquier tipo de reformas para hacer su sector más competitivo. Taxistas monopolistas que imponen sus reglas y tarifas. Todo tipo de grupos que viven de la economía informal. Amén de empresarios que mantienen privilegios gracias a la protección del PRI que se opone a abrir la economía en sectores tan importantes como las telecomunicaciones. Perdón, pero si hay un partido que ha protegido a poderes fácticos en México es el PRI. A lo mejor se oponen a las candidaturas independientes porque quieren seguir siendo el principal agente de protección política de tantos grupos de interés.
En su discurso, Paredes también “defendió el Estado laico y se pronunció a favor de que la participación de las iglesias y las instituciones seculares se mantenga lejos de las definiciones públicas que dijo no admiten distorsión”. Otro ejemplo más de que una cosa es decir y otra actuar. La presidenta del PRI olvida que su partido ha dado el brazo a torcer frente a la Iglesia católica al aprobar leyes que prohíben la interrupción voluntaria del embarazo en 18 estados del país. Hoy por hoy, en los hechos, el PRI está tan cerca de las autoridades eclesiásticas como el PAN.
Paredes afirmó que “el tufo del autoritarismo paradójicamente se deja sentir hasta en algunas de las iniciativas presentadas que pretenden debilitar al Poder Legislativo so pretexto de mayor agilidad para legislar”. Ahora resulta que aquellos que defendemos una reforma política para fortalecer al Presidente frente al Congreso suspiramos por el regreso del autoritarismo que implantó, si mal no recuerdo, el PRI. Falso: una cosa es pretender un sistema con mayor fortaleza del Ejecutivo y otra muy diferente es retornar a las épocas del autoritarismo priista al que tan bien sirvió la hoy presidenta del PRI.
¿Acaso no tenemos memoria? ¿De verdad podemos creernos el cuento chino de que hoy el PRI es el partido que pretende una mayor democracia en el país? ¿Acaso no recordamos que Paredes fue una política que en su momento actuó y apoyó el autoritarismo priista? ¿No valdría la pena desempolvar su discurso cuando respondió el III Informe de Gobierno del presidente López Portillo en 1979? ¿O acaso en aquella ocasión su discurso fue también otro ejercicio más de retórica barata?
La presidenta del PRI olvida que su partido ha dado el brazo a torcer frente a la Iglesia católica.
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